miércoles, 26 de noviembre de 2014

Hondarribia


Mi alma baja de noche por el cauce del Bidasoa
a diluirse en el mar, trazando rutas viajeras,
señalando caminos,

y regresa, rompiendo el alba,
en un estallido de espumas,
para recuperar el sabor de tus playas,
el sonido de tu música viva,
el olor de tus praderas.


Quiero vivir contigo y en ti,
si tengo que segar, siego,
si he de cantar, canto, 
si rezar, rezo,
si necesitas mi trabajo en tu tierra
calzo unas albarcas y unzo las yuntas,
si debo escuchar, oigo el crujido de tus robles,
y si acabar,
siempre en tus montes,
amando hasta el último caserío,
empapado de tu esencia.
Fernando Jimenez Ontiveros.





domingo, 23 de noviembre de 2014

Zamora I



Sobre el muro de Zamora;  
vide un caballero erguido;  
al real de los castellanos  
da con grande grito:  
—¡Guarte, guarte, rey don Sancho, 
no digas que no te aviso,  
que del cerco de Zamora  
un traidor había salido;  
Vellido Dolfos se llama,  
hijo de Dolfos Vellido,  
si gran traidor fue su padre,  
mayor traidor es el hijo;  
cuatro traiciones ha hecho,  
y con ésta serán cinco!  
Si te engaña, rey don Sancho,  
no digas que no te aviso.  
Gritos dan en el real:  
A don Sancho han mal herido!  
¡Muerto le ha Vellido Dolfos;  
gran traición ha cometido!  
Desque le tuviera muerto,  
metióse por un postigo,  
por las calle de Zamora  
va dando voces y gritos:  
—¡Tiempo era, doña Urraca,  
de cumplir lo prometido!





miércoles, 19 de noviembre de 2014

Salamanca de noche I

Mercedes A. Blanco

Alguna noche un alma vagabunda hace caminos de agua en medio del silencio
por un cielo sin pájaros de luz.
Oscuridad medrosa
de pasos asustando los sosiegos de la ciudad que duerme ajena a la presencia
de un ánima que expía pecados caducados
arrastrando apátridas cadenas por las calles vacías
en busca de una deuda
pendiente de saldar con el lugar raíz de sus orígenes.
Alguna noche un alma vagabunda regresa de ultramundos subterráneos
a cumplir la promesa:
escribirle a su pueblo aquellos versos que una vez escuchó
susurrar a las piedras
llorándole los ojos carcomido, voz de boca de tierra, a la intemperie del rigor de enero.
De la ciudad dorada he despreciado el oro y he tomado la greda. He escuchado el suspiro quejumbroso de las cosas sencillas: de un árbol afligido,
de una esquina ignorada,
de una roca maldita,
de un pájaro enojoso,
de una farola triste,
de un batracio impertérrito,
de una plaza escondida,
de lo que pudo ser aquella sombra que pasó a nuestro lado humildemente desapercibida.
Alguna noche lúgubre y monotona, uno escribe un poema, queja o amor de calles solitarias, y se siente el punto G del mundo.





viernes, 14 de noviembre de 2014

Orillas del Río



    ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía! 
¡Castilla, tus decrépitas ciudades! 
¡La agria melancolía 
que puebla tus sombrías soledades! 
    ¡Castilla varonil, adusta tierra, 
Castilla del desdén contra la suerte, 
Castilla del dolor y de la guerra, 
tierra inmortal, Castilla de la muerte! 
    Era una tarde, cuando el campo huía 
del sol, y en el asombro del planeta, 
como un globo morado aparecía 
la hermosa luna, amada del poeta. 
    En el cárdeno cielo vïoleta 
alguna clara estrella fulguraba. 
El aire ensombrecido 
oreaba mis sienes, y acercaba 
el murmullo del agua hasta mi oído. 
    Entre cerros de plomo y de ceniza 
manchados de roídos encinares, 
y entre calvas roquedas de caliza, 
iba a embestir los ocho tajamares 
del puente el padre río, 
que surca de Castilla el yermo frío. 




    ¡Oh Duero, tu agua corre 
y correrá mientras las nieves blancas 
de enero el sol de mayo 
haga fluir por hoces y barrancas, 
mientras tengan las sierras su turbante 
de nieve y de tormenta. 
y brille el olifante 
del sol, tras de la nube cenicienta!... 
    ¿Y el viejo romancero 
fue el sueño de un juglar junto a tu orilla? 
¿Acaso como tú y por siempre, Duero, 
irá corriendo hacia la mar Castilla?
Antonio Machado.






domingo, 9 de noviembre de 2014

Gárgolas



Monstruosas guardianas,
desafiantes depositarias
de antiguos mitos,
con corazón de piedra
su nombre es un gruñido
que ahuyenta los peligros
en la noche escondidos.

Durante el día duermen
con una mueca burlona,
sobre arcaicos tejados,
indiferentes al tiempo
y a la vida mundana de los
mortales que las erigieron.

Ni brujas, ni demonios,
ni criaturas malditas,
enfrentan a esta sociedad
de pétreas protectoras.
Triquicia Vargas.



miércoles, 5 de noviembre de 2014

Otoño.


Me inscribo en este otoño
con sabor a sequedad
y tierra nueva,
me envuelvo enredadera
de nubes disecadas
para la despedida
de la luz
y su vértice impreciso.
Que sea este suicidio
un lecho de amarillo.
Huelen las tardes
a girasoles negros
y se advierten en mis manos
las granadas abiertas del olvido.
Este suicidio
de recoger tu sombra,
hojas secas para el libro
de tu ausencia
y reconocerte carcomido de vacíos.
Este suicidio
el amor que me sobra,
este amarillo.

Aida Acosta.




sábado, 1 de noviembre de 2014

Cementerio Castellano





La tosca cruz de piedra
        de tus tapias de barro
queda, como un guardián que nunca duerme,
de la campiña el sueño vigilando.
        No hay cruz sobre la iglesia de los vivos,
en torno de la cual duerme el poblado;
la cruz, cual perro fiel, ampara el sueño
de los muertos al cielo acorralados.
¡Y desde el cielo de la noche, Cristo,
        el Pastor Soberano,
con infinitos ojos centelleantes,
recuenta las ovejas del rebaño!
¡Pobre corral de muertos entre tapias
        hechas del mismo barro,
sólo una cruz distingue tu destino
en la desierta soledad del campo!

Miguel de Unamuno